Supertupper

Cine, literatura, teatro, música, comics, televisión... Pequeñas anécdotas y retazos de vida... Cualquier cosa-cualquiera- puede ser guardada en este pequeño gran supertupper.

¿A QUÉ ESPERAS PARA ABRIRLO?

lunes, 8 de abril de 2013

Diario de una tuppernauta en tiempos de crisis

Queridos tuppernautas: 



“Dar solamente aquello que te sobra nunca fue compartir sino dar limosna”. Breve, conciso y tajante. Así reza el dicho popular sabiamente. Y es que resulta demasiado fácil dar cuando nunca te ha faltado y aún no te falta de nada y cuando siempre lo has tenido y aún tienes de todo. Demasiado fácil.

Con esto, no quiero decir que me parezca reprobable el hecho de dar cuando nadas en la abundancia material absoluta. Nada más lejos de mi intención. Simplemente considero que no tiene valor, a pesar de la aparente buena intención. Y digo “aparente buena intención” porque más allá del interés mostrado de estas personas por ayudar, siempre se oculta el interés no mostrado de las mismas por quedar “bien” ante la sociedad, ante los demás, por buscar la buena imagen, la buena fama, la conducta intachable, sintiéndose de esta manera más “valiosas” y mejor consigo mismas. Es decir, realmente existe un interés no explícito, a través de actos en apariencia desinteresados. Resulta, por tanto, demasiado fácil- insisto.

¿Hipocresía? No exactamente, quizá se acerca más a los términos de “utilidad" o "usabilidad”. Me explico enseguida, tuppernautas. Según mi humilde visión, me parece que estos privilegiados materiales se sirven de sus riquezas, las  utilizan y las usan en contadas ocasiones para generarse a sí mismos con ello varios beneficios premeditados, suponiendo -claro está- el mejor  y más “puro” de los casos, puesto que a veces todo se entremezcla con el deseo, además, de ver incrementadas sus cuentas bancarias.  Así pues, estos beneficios podrían ser: el personal, por el hecho de llegar a sentirse así más “valiosos”; y el social, de cara a la galería, es decir, el que obtienen por el hecho de lograr el reconocimiento y aprecio de los demás, ganando la competición que les otorga la medalla de la aparente limpia y pura generosidad.

Sin duda, una competición que ya -de antemano- tenían ganada. Una carrera sin esfuerzo alguno, sin ningún tipo de sacrificio. Una carrera en el mejor y más lujoso de los bólidos del mercado. Es tan desmesuradamente fácil para ellos, que llega a ofender.

Queridos tuppernautas, no es mi intención cuestionar sus actos y juzgarlos y juzgarles. Para nada, quién soy yo para hacerlo… Además, agradecida siempre me hallaré si todo el mundo implicado pudiera salir de alguna manera compensado -aunque siempre, es inevitable, unos saldrán más que otros, pero en fin…-. Simplemente me limito a observar las cosas tal y como creo que son y luego las comparo.

Así de simple: observo y comparo. Nunca juzgo, es muy importante no olvidar este detalle.

Comparo cuando me doy cuenta de que existe otro tipo de personas. Para mí una raza superior, a punto de su irremediable extinción. Y puedo deciros -muy orgullosa- que yo he tenido y tengo el enorme privilegio de conocer a más de una. Las admiro. Y las valoro inmensamente. Me alimentan y me dan la energía necesaria para seguir creyendo en las auténticas buenas intenciones, en esas pocas que se visten de limpia generosidad.

Queridos tuppernautas, estoy hablando de aquellas personas que te dan más que palabras vacías. Te dan hechos auténticos. Te dan sin tener. Comparten lo poco que tienen, a veces sin que nos demos cuenta de ello, con cada detalle. Son extraordinarias, porque resulta tremendamente difícil dar cuando no has tenido y aún no tienes de nada y cuando te ha faltado y aún te falta de todo. Tremendamente difícil.

Me llena de felicidad cuando descubro esos detalles tan generosos y altruistas. Tan desinteresados. Cuando, inesperadamente, aparece encima de mi mesa esa generosidad de la que os hablo con forma de Brújulas que buscan sonrisas perdidas. Con forma de ese libro tan deseado que no podía comprar aquella tarde gris, y que aparece así de repente un día encima de mi mesa. Sin palabras vacías, sin explicaciones. Aparece sin más y, con lo que significa, resurgen también cada una de mis sonrisas. Y soy consciente de lo tremendamente difícil que puede llegar a ser -insisto.

Me llena de felicidad cuando me doy cuenta de que me rodean personas que me quieren, sin pedirme nada a cambio. Se preocupan por mí, por mi bienestar, por mi felicidad. Me lo demuestran cuando se toman la molestia de descubrir esos pequeños detalles que me hacen feliz, y los transforman en realidades. Sin palabras vacías y sin explicaciones. No hacen falta.

Queridos tuppernautas, dar cuando no se tiene de nada y te falta de todo supone un esfuerzo sobrehumano en todos los sentidos posibles, y puede llegar a ser el mayor de los sacrificios. Esto por lo menos vale un mundo entero. Vale tanto, que no lo podría contabilizar con palabras o con números. Sencilla y humildemente vale.


PD: “La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo”. Eduardo Galeano.




No hay comentarios:

Publicar un comentario