Supertupper

Cine, literatura, teatro, música, comics, televisión... Pequeñas anécdotas y retazos de vida... Cualquier cosa-cualquiera- puede ser guardada en este pequeño gran supertupper.

¿A QUÉ ESPERAS PARA ABRIRLO?

martes, 26 de junio de 2012

Ver para creer



Y sobre todo : "Creer para crear",  Albert Espinosa.


Me gustan las tardes lluviosas. La mayoría de la gente que conozco piensa que son tristes, grises y que no se pueden aprovechar realmente. Pero yo creo que esas personas se equivocan, y que no quieren -o no pueden- ver más allá del cristal de su ventana. Se paran, protestan, se enfadan…, mientras miran por la ventana quietos e inmóviles, dejando pasar las horas sin más.




Me encantan las tardes lluviosas, caminar bajo la lluvia. Y es probable que en un principio te cueste entender el porqué. Aunque no es tan complicado, si aprendes a mirar de una manera diferente. Te gustan los arcoíris, ¿verdad? A mí también.

Son tardes que mágicamente se transforman y pasan a ser momentos en los que puedes plantearte hacer algo distinto. Algo improvisado que no tenías planeado hacer. Un plan alternativo, que emerge del manto gris que aparentemente lo envuelve todo. Pequeños paraguas de colores que te llevan -si quieres- a disfrutar de secuencias inesperadas y maravillosas. Y así fue. Una tarde lluviosa me llevó a IKEA.

Nunca había estado allí antes. Me pareció un plan perfecto: ¡Al fin conocería esa enorme “casa” de muebles! Así que sin perder más tiempo, mi hermana y yo cogimos nuestros paraguas de colores, y nos plantamos en un pispás en aquella impactante puerta de entrada. Una puerta que, desde el primer instante, comenzaba a despertar de golpe tanto mi curiosidad. Y tan fue así que yo, de tanto girar y girar sobre su mismo eje, casi no consigo entrar.

 -¡Maldita sea! ¿Podré entrar?-me repetía sorprendida-. Supongo que no medí muy bien las distancias, problemas de astigmáticos. En fin, nuestra aventura prometía: una puerta giratoria que bromeaba conmigo dándome la bienvenida.

Y allí estábamos mi hermana y yo dentro, por fin. Comenzamos a subir las escaleras, y las sensaciones se entremezclaban con extrañeza y estupor. Era una casa realmente enorme: maletas, montones de sofás, librerías por doquier, dormitorios, armarios, colchones, baños, bolsas amarillas, cocinas, cunas, elefantes de ojos azules, lápices, mesas, sillas giratorias, fregaderos, espejos, maletas, montones de sofás, librerías por doquier, dormitorios, armarios, colchones, baños, cocinas, zanahorias con patas, bròcolis surrealistas, pequeños seres diminutos… Un circuito de flechas con paradas que no terminaban…

-Oh, my God! ¡Qué locura!- le susurraba a mi hermana, intentando mantener la compostura-. Demasiadas imágenes en tan poco tiempo. Imposibles de asimilar en ese momento. Horas, días, quizá meses para conseguirlo. Pero allí estaba mi hermana, mi salvadora. Y es que cuando mi locura asoma sus patitas, la razón de mi hermana me tira de la oreja y me dice: “Vámonos al Restaurante que tengo hambre. Un café y una tarta de arándanos y nos vamos pero ya a la sección de menaje, que necesito unos cuchillos”.

Dicho y hecho. Una vez terminamos de repostar y reponer energías, nos fuimos inmediatamente hacia aquella sección. Con el dulce sabor de los arándanos en mi boca, y al fin con los pies en la tierra, empecé a saborear cada pedacito de aquel rincón tan acogedor. Recuerdo que mi hermana estaba eufórica. No podía ser de otra manera, pues es cocinera. Así que, se puso el delantal y no paró hasta llenar el carro: vasos, un batidor de leche, pajitas, un cazo, una sopera, palillos, un pela patatas, cuchillos de cerámica, un afilador, tijeras, una sartén, el tamizador, un mantel, un escurridor de lechuga, el salva mantel imantado, una parrilla, la tartera, una manga pastelera, otro cazo, unos tuppers…

-¡Menos mal que yo sólo necesitaba una olla y ella unos cuchillos!-murmuré al vacío con cierta resignación-. En fin… Me tuve que separar de mi hermana durante un rato. Lo necesitaba. Se me hacía imposible seguir su ritmo casi supersónico.
Me dispuse entonces a buscar con calma mi olla.

-¡Qué montón de ollas! ¿Cuál compraré?-espeté con una carcajada-. Yo no suelo cocinar, no tengo tiempo. Y cuando lo hago, cocino lo básico. Es decir, lo que viene siendo abrir el paquete y ya. Por eso buscaba algo sencillo para el día a día, sin gastarme mucho dinero -la realidad del parado, ya sabéis-. Varias opciones se me presentaban a simple vista, pero no me decidía por ninguna en concreto.

De repente, apareció en mi auxilio una empleada “ikeana” -por llamarla de alguna manera, aunque creo si no me equivoco que en la chapa que llevaba ponía Conchi, no recuerdo bien-. Me hizo gracia desde el principio. Con su pelo rizado y alborotado, su tez blanquecina y mofletes sonrojados; algo esmirriada arrastrando un uniforme poco agraciado, la verdad. Muy simpática. Aún recuerdo su vocecilla, preguntándome: “¿Encuentras lo que estás buscando?”. Fue como ver la luz al final del túnel. Le conté, casi emocionada, lo que andaba buscando y en un abrir y cerrar de ojos, en mis manos lo tenía. ¡Sorprendente! Todavía no puedo creérmelo. Su nombre, Annons. La batería de cocina Annons. Cinco piezas de acero inoxidable: dos cacerolas -una de 0,8 litros y otra con tapa de 0,4- y una olla, con tapa también, de 2,4 litros. Todo lo que necesitaba en un único paquete, y a un precio increíble: tan solo por 7,99 euros ya podía ser mía.

-¡Ver para creer! ¿Cómo dentro de ese bulto tan pequeño se puede esconder tanto?- grité alucinada-. Sin duda, al fin había encontrado lo que andaba buscando.

Me costó despegar a mi hermana de aquella sección tan adictiva. Tras convencerla con algún que otro chantaje emocional, nos dirigimos hacia las cajas. Yo no podía dejar de pensar en mi pequeño gran tesoro. En mi nuevo descubrimiento. Mil pensamientos se alborotaban en mi mente, repitiéndome: “Ábrelo, ábrelo, ábrelo”. Pero aguanté con estoicismo hasta el final, y no lo abrí.

Una vez saldadas nuestras cuentas, mi hermana y yo plantadas en la puerta de salida, nos paramos durante unos segundos. Nos miramos con una sonrisa de complicidad.

-¿Y dónde están nuestros paraguas de colores?-nos preguntamos casi al unísono.

Como suele sucedernos, los habíamos perdido. Sin embargo, ya no hacían falta. Había dejado de llover, y el sol de las siete de la tarde comenzaba a brillar con rabia, como recién levantado.

Llegamos a mi casa. Y con energías renovadas -como aquel sol de las siete de la tarde- decidí compensar a mi hermana por aquella fantástica tarde, haciendo la cena. Sí, esta vez yo cocinaría -y cómo no- lo haría con mi nueva batería de cocina Annons.
Llegó el momento de descubrir el secreto. Abrí el paquete con nerviosismo parkinsoniano -demasiada Coca-cola, supongo- y en efecto, allí estaban esas cinco piezas perfectamente colocadas y alineadas, unas dentro de otras, cual muñecas matriuskas.

-¡Qué fácil!-me dije casi gritando de la emoción.

En unos minutos ya estaban montadas -unos tornillos nada más y un poco de maña- y listas para cocinar sus primeros espaguetis con salsa de tomate. En resumen, el proceso fue rápido y limpio. Apenas ensucié nada, lo cual es bastante extraño en mí dado mi historial. Pero así fue. Ni la pasta se pegó ni la salsa se salió, por lo que la vitro relucía casi como el primer día -¡usar para creer!-.

Y allí estábamos mi hermana y yo, despidiéndonos de aquella tarde lluviosa de risas y anécdotas, saboreando esos estupendos espaguetis. Los primeros de una larga lista, y ya han pasado cinco meses.

Así termina, pero no es un punto y final. Es un punto y seguido. Siempre lo es.
Sencillamente me gustaría hacerte ver con esta mera anécdota que el mundo y la vida están llenos de pequeñas cosas que guardan, cual muñecas matriuskas, grandes satisfacciones y momentos inolvidables. Pequeñas anécdotas que encierran grandes recuerdos de las personas que más quieres. Sólo empieza a creer, sal a descubrirlas, no malgastes ni un segundo y no seas como esa gran mayoría que prefiere protestar y quedarse inmóvil. Como esa gran mayoría que solamente se queda mirando por el cristal de su ventana en una tarde gris y lluviosa.

Recuerda: Te gustan los arcoíris, ¿verdad?

FIN









No hay comentarios:

Publicar un comentario