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lunes, 18 de febrero de 2013

Diario de una tuppernauta en tiempos de crisis

Queridos tuppernautas:



"La MENTIRA es el alimento de nuestro instinto de supervivencia emocional". Esto es lo que muchos sabios -que saben lo que saben- han sentenciado con sabiduría. La mentira ... Qué tema tan increíblemente complejo, ¿verdad?

Me pongo a reflexionar, tuppernautas, y no hallo conclusiones muy claras. Estoy confundida porque, en la sociedad actual, ¿qué es VERDAD y qué es MENTIRA?

Busco en mi diccionario de palabras salvador una definición y me encuentro que una mentira es: "Algo que no es cierto y que se ha dicho con la intención de engañar". E incluso, indagando un poco más, se desvela como una "expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se cree o se piensa". Por lo que deducimos, de esta manera, que quien engaña o confunde sin ser consciente de hacerlo no miente, sino que simplemente transmite a los demás su propia equivocación. Y entre estas dos fangosas tierras, un puñado de apelativos como embuste, mendacidad, falacia, falsedad, bola, trola, cuento, engaño, enredo, falsificación, ficción, patraña o calumnia. ¿Por qué será que existen tantos sinónimos? En fin ...

Por su parte, según mi amigo el diccionario, la verdad se define como:
  1. "Conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente.
  2. Conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa.
  3. Propiedad que tiene una cosa de mantenerse siempre la misma sin mutación alguna.
  4. Juicio o proposición que no se puede negar racionalmente.
  5. Realidad (existencia real de algo)".

Cuántas verdades, ¡madre mía! En fin ...

Supongo que estaréis de acuerdo conmigo, queridos tuppernautas, cuando me atrevo a decir que en estos días que vivimos la verdad y la mentira se han desvirtuado. ¿Una crisis de valores e identidad? Probablemente. Ojalá yo pudiera alcanzar esa sabiduría que me permitiera diferenciarlas y utilizarlas de una manera correcta en cada momento y en cada situación. Y sintiéndolo mucho creo -al menos hasta donde yo sé- que nadie goza de esa sabiduría necesaria para poder hacerlo.

Puede que ahora, en el hoy que vivimos, la auténtica sinceridad -esa verdad, esa falta de fingimiento o mentira en lo que alguien hace o dice- se haya convertido en una verdadera utopía.

Hoy, sentada en mi sofá, contemplo como va cambiando de traje y, a medida que su aspecto va variando según la ocasión, se refleja ante mis ojos quizá como una quimera, una fantasía, ilusión, una invención, fábula, idealización, una imaginación, ficción, alucinación... tal vez como un ideal, un sueño, un anhelo ... Ojalá lo supiera. Ojalá existiera un diccionario de experiencias de verdades y mentiras y no solo de palabras.

Puede que ahora, en la sociedad donde vivimos, la auténtica sinceridad no exista. Y me pregunto si alguna vez ha existido. Yo por lo menos no la he conocido.

Y, cuestionándose continuamente -en un sinvivir- la realidad que nos rodea, algunos se preguntan: ¿Es la SOCIEDAD que hemos construido entre todos la CULPABLE? A mí nunca me ha gustado buscar culpables ni señalar culpabilidades, más bien prefiero hablar de responsables y de responsabilidades.
Así que -vuelvo a insistir en la pregunta-: ¿Es la RESPONSABLE? Puede que sí, puede que no... Esa ambigua dualidad siempre. En fin...

Lo cierto es que es innegable que la misma sociedad nos presiona de alguna manera a mentirnos y a mentir cada día, sin ser realmente conscientes de ello.

A lo largo de mis tres décadas ya de vida, he tenido la oportunidad -al igual que vosotros- de detectar, experimentar y de reflexionar -aprehendiendo- sobre los diferentes tipos de mentiras más frecuentes.

La realidad es que podemos llegar a mentir por muchas razones: por conveniencia, odio, compasión, envidia, egoísmo, por necesidad o como defensa ante una agresión... Así que no todas las mentiras son iguales. Las más inconvenientes son las mentiras para no responsabilizarnos de las consecuencias de nuestros actos. Y las inadmisibles: las que hacen daño, las que equivocan y las que pueden conducir a tomar decisiones perjudiciales. En este sentido, los dos parámetros esenciales para medir la gravedad de la mentira son la INTENCIÓN que la impulsa y el EFECTO que causa.

Queridos tuppernautas, todos seguramente hemos tenido que mentir alguna vez a lo largo de nuestra vida por acción o por omisión, según se han ido dando las circunstancias. Seguramente, también, hemos llegado a experimentar que la mentira es tan dañina para quien la recibe como para quien recurre a ella. Y es que irremediablemente u
na nos lleva a otra, y puede marcar nuestra manera de relacionarnos con los demás. Sobre esto, sin lugar a dudas, es el AUTOENGAÑO el tipo de mentira más perjudicial, ya que si nos creemos y mostramos como no somos, nunca sabremos si nos quieren o desprecian a nosotros o a la imagen fraudulenta que nos hemos fabricado. Nunca sabremos si quieren o desprecian a la persona que somos o al personaje que simulamos ser. 

Parece una obviedad, pero si queremos ser creíbles y gozar de la confianza ajena, hay que dejar de lado el engaño y la mentira. Así pues, es RESPONSABILIDAD de cada uno de nosotros relacionarnos desde la verdad, lo que no implica el ofrecimiento de toda la intimidad. Cada cual y en cada momento ha de valorar qué y cuánto de su intimidad quiere ofrecer al otro.

Queridos tuppernautas, todos y cada uno de nosotros guardamos hechos, recuerdos, detalles, amarguras, palabras, circunstancias... Todos guardamos "secretos" que a veces ocultamos por necesidad, por compasión, por orgullo, por vergüenza o por temor. Ocultamos pedazos de nuestra verdad, de nuestra realidad por diferentes motivos. La sinceridad, pues, se pinta de diversos matices. Nunca es enteramente blanca o del todo negra. 

Hace unas semanas, una amiga me describía como la persona más sincera que había conocido. Yo la miré a los ojos y no supe qué decir. Vergüenza, orgullo, temor... Ojalá lo supiera. Lo cierto es que no es cierto, pues la auténtica sinceridad no existe. Ojalá -y sé que me repito- existiera un diccionario de experiencias de verdades y mentiras y no solo de palabras. La sinceridad -reitero- nunca es enteramente blanca o del todo negra. Hay matices y circunstancias, colores que la pintan según la ocasión. Lo importante es saber alejarse de la mala intención y de los destructivos efectos negativos. ¿Cómo? Ojalá lo supiera.

Y ahora que me levanto del sofá y sigo mirándola, contemplo como se vuelve a cambiar de traje y, a medida que su aspecto continúa variando según la ocasión, se refleja ante mis ojos de nuevo como una quimera, una fantasía, una ilusión... Ojalá lo supiera. 

¿Y si pudiéramos combatir la mentira como cuando éramos pequeños y jugando creíamos que nos crecería la nariz como a Pinocho por cada una de nuestras mentiras? Qué fácil sería.

¿Y si no pudiéramos mentir nunca como esos "afortunados", los del llamado Síndrome de Asperger? Qué fácil sería. 

¿Y si todo fuera verdad? 

Y si al mirar a la izquierda estoy recordando, y al mirar a la derecha inventando y mintiendo... 

¿Y si todo fuera real?

Ojalá lo supiera, pero no lo sé.


PD: "Saber que se sabe lo que se sabe y saber que no se sabe lo que no se sabe: en eso consiste la sabiduría". Jean Baptiste Alphonse Karr.








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