Supertupper

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lunes, 11 de febrero de 2013

Diario de una tuppernauta en tiempos de crisis

Queridos tuppernautas: 



Es tan agradable despertarse con los primeros rayos de sol acariciando mi cara... La verdad es que no cambiaría ni un poquito esa sensación tan placentera. Ese calor que me abraza y que consigue que esboce una sonrisa, aún con los ojos cerrados. Y los párpados perezosos luchando con todas sus fuerzas para no abrirse, pero que acaban al fin rindiéndose -sin poder evitarlo- al calorcito de esos rayos traviesos que se deslizan por las persianas, y atraviesan los cristales con el único fin de darme los buenos días.

Entonces, cual ave Fénix resurjo de mis cenizas, y con energías renovadas me levanto con el pie bueno. Cada uno de mis músculos comienza por desperezarse y, los primeros en hacerlo, esos quince que consiguen que sonriamos. Después, frente al espejo te ves, te miras y te ríes, pensando: "¡Madre mía! ¡Podría ser una locura, pero hoy creo que puede ser un gran día!"

Tic, tac, tic, tac... y las saetillas del reloj siguen girando, el tiempo va pasando y se me escapan los minutos. Tic, tac, tic, tac... ¿Qué ocurre? Me lavo la cara con agua fría, buscando la calma, y un intenso escalofrío recorre mi cuerpo entero.

Queridos tuppernautas, la balanza de la realidad se tambalea bruscamente. Me pongo a desayunar desganada, intentando digerir cada noticia que me va llegando. Y da igual de qué manera se presenta. No hay escudos protectores. La realidad aparece y te golpea sin contemplaciones.

Y así cada día. El caso, tuppernautas, es que nunca deja de sorprenderme. El mundo siempre está patas arriba. Me dan ganas de salir corriendo -como Forrest Gump- y no parar nunca. La economía fatal, el paro sin freno y marcha atrás... La educación y la sanidad partidas por la mitad, y envueltas para usar y tirar... ¿Y la política? No tengo palabras. Solamente dolor, vergüenza e impotencia.

Y es que no lo entiendo, tuppernautas. Por más que lo intento no lo puedo comprender. Tanta corrupción, tantos trapos sucios colgados del cordel... Por qué, para qué...

¿Tal vez la AMBICIÓN? Esa codicia, ese deseo ardiente de conseguir poder, riquezas, dignidades, fama... Siempre todo y más. Es como un veneno, una droga que transforma y destruye. La ambición primero lo quiere todo, y luego desea más y más y más... En un bucle infinito que acaba definitivamente con la esencia humana.

La ponzoña de la ambición metamorfosea a las personas, y las convierte en no sé qué...

No hay bien ni mal...Buenos, malos...¿quién sabe? Inocentes, culpables...¿quién sabe?
¿Y la JUSTICIA? Según para quien... Su verdad, tu verdad o la mía.

¡Increíble! ¿Podría yo dormir por las noches? Creo que mi conciencia no me lo permitiría. Pero claro, estas "personas" ya no son conscientes de lo que está bien y de lo que está mal, de acuerdo a las leyes establecidas.

Y vuelvo a preguntar: ¿Qué necesidad tenían teniéndolo todo?
Y me pregunto: ¿En qué momento uno se convierte en ambicioso, perdiendo la consciencia?
Y dudo: ¿Existe la justicia?
Cuántas preguntas sin respuestas, ¿verdad, tuppernautas?

Tic, tac, tic, tac... y las saetillas del reloj siguen girando, el tiempo va pasando y se me escapan los minutos. Tic, tac, tic, tac... ¿Qué ocurre? Me lavo la cara con agua fría, buscando la calma, y un intenso escalofrío recorre mi cuerpo entero otra vez.

¡CUIDADO! La araña que te muerde y te envenena de ambición anda suelta. Ten cuidado -insisto-, pues nadie está a salvo. Hoy eres Spiderman, mañana puede que Venom... ¿quién sabe?

Mientras tanto yo, queridos tuppernautas, mientras aún siga siendo "libre" como un niño, intentaré seguir disfrutando de esos rayos traviesos de sol que me despiertan por la mañana. Que me hablan y me dicen: "Todavía hay esperanza. Levántate y no la pierdas de vista. Levántate y camina sin miedo a las arañas".

PD: Las personas soñamos con riquezas, y cuando las conseguimos no podemos dormir por las noches por el temor a perderlas. El antídoto se halla en aprender a conseguir esa "riqueza" que nos permita desprendernos de los "diamantes" con facilidad y sin miedos. 












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