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lunes, 8 de julio de 2013

Diario de una tuppernauta en tiempos de crisis

Queridos tuppernautas: 


¿Cómo conseguirlo? ¿Cómo lo hago? ¿Cómo lograr que no me importe?

Cuando ya han pasado más de mil y una noches. Cuando ya son más de ocho años y sigue importándome. 

¿Por qué? ¿Para qué? Sí, sí ... lo sé. Irrumpe de nuevo la tormenta perturbadora de las eternas preguntas. Tranquilos, no os preocupéis. Es solamente que -como ya enunciara uno de mis sabios preferidos- cuando creemos tener todas las respuestas, va el universo caprichoso  y nos cambia las preguntas de tiempo, de lugar … Las palabras … los significados …

Queridos tuppernautas, lo único que tengo claro es que no soy perfecta. Nunca he conversado con la perfección. No la conozco. ¿Existe? Tal vez, quién sabe … Yo solo soy un ser humano más con sus fortalezas, sus debilidades, con sus miedos y sus sueños.  Nada más y nada menos: un ser humano.

Lamentablemente hoy las preguntas han regresado. Si ya no soy feliz por qué sigo haciéndolo, para qué lo hago. 

A veces, hay tardes en las que me cuesta reconocerme. Al rato, me miro al espejo en las noches y no me reconozco. Tal vez me ciega el reflejo del nerviosismo, el estrés, el enfado, el agotamiento, la frustración … qué sé yo. La tristeza se hace mayor.

Y me veo pequeña, muy pequeña. Tanto como la negra hormiguita, la que intentaba esquivar las pisadas malintencionadas, vengativas y dañinas de los malvados príncipes de rostros preciosos y almas turbias. En aquel cuento que nunca encontró su final, atrapada en el bucle infinito de la desesperación. 

Mis queridos tuppernautas, estoy cansada. Hoy estoy muy cansada. Mucho. El cuerpo me pesa como un ancla de quinientas toneladas, que se clava como Excalibur en la roca más sólida de la tierra y del mar. Mi alma ya no puede seguir arrastrándose más, cuando ya casi ni recuerda el sonido de sus risas. Demasiadas injusticias lo llenan. Demasiados silencios la atan. Hoy la burbuja ha explotado. 

¿Acaso ayer mi vida era una batalla? Pues la he perdido. Hoy me rindo. Bandera blanca. Mi rendición en su bandeja de plata. No quiero llorar más. Ya no puedo. Me lo debo a mí misma. Las lágrimas se han secado. 

Queridos tuppernautas, permitidme hoy estar triste. Lo estoy. He perdido. Es absurdo seguir recorriendo este ilógico camino. ¿Qué sentido tiene cuando te das cuenta de que realmente es el camino equivocado? ¿De qué sirve entonces correr?

Y tal vez sea ahora la hora de tomar una decisión. Tal vez sea el momento de hacerlo. O tal vez sea … Tal vez sea que simplemente necesite un momento de paz. Permitidme este momento de debilidad. 

Todos y cada uno de nosotros tenemos el derecho a estar triste. No es algo malo. A veces es inevitable y a veces tan necesario como indeseado. Tenemos ese derecho pero también el deber de levantarnos y seguir hacia delante, cambiando el rumbo si es necesario, izando las velas y siempre ojo avizor en busca de esas sonrisas miedosas y escondidas. 

Cuando se lleva tanto tiempo siendo fuerte en extrañas guerras sin final, es comprensible sentirse vencido por el cansancio y el abatimiento. Que no os dé vergüenza nunca llorar como un niño. Llorad hasta desahogaros del todo. Hasta que las lágrimas se hayan secado. Que no os dé vergüenza jamás. Hoy los valientes también lloran. Hoy los valientes también tienen miedo. 

Mis queridos tuppernautas, dijo aquel talentoso novelista ruso: “El secreto de la felicidad no es hacer siempre lo que se quiere, sino querer siempre lo que se hace”. Y hoy yo no sé si quiero lo que hago ni lo que quiero hacer; realmente no lo sé. Pero sí sé lo que no quiero. No quiero mirarme de nuevo en el espejo y no reconocerme. 

Afortunadamente siempre habrá un mañana para volver a empezar. Y mañana, queridos tuppernautas, será otro día. Otra hoja en blanco en la que escribir una nueva historia. El comienzo de un cuento que encuentre su anhelado final feliz. La “princesa prometida” de mi propio cuento, por qué no. En ocasiones, se nos olvida que debemos ser los auténticos protagonistas de nuestra propia vida, de nuestro cuento. 

En estos momentos de gran incertidumbre es cuando más sueño y deseo encontrar a mi “ángel de la guarda”. Mi guía y mi escudo protector. Cuánto necesito su consejo y el calor de sus alas. Cual Fuyu en mi historia interminable me mostraría el cómo hacerlo, surcando los cielos. Cual tortuga Casiopea me marcaría el cuándo y rescataríamos todo el tiempo perdido y robado. 

A lo mejor solo soy una estúpida idealista que todavía sigue creyendo en los cuentos de hadas y en que los sueños se pueden hacer realidad. 

Mis queridos tuppernautas, esta estúpida e ingenua idealista no sabe ni cómo ni cuándo será, pues la página rota aún no está arrancada. Hoy estoy cansada. Es cierto. Pero mañana, mis queridos valientes, mañana será otro día.


PD: “Resistirse al cambio es ir en contra del fluir natural de la vida”, Lev Tolstói. 






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