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martes, 19 de febrero de 2013

Recomendación cultural

Fábulas cortas sobre la mentira



El perro y el cocodrilo

Bebiendo un perro en el Nilo,
al mismo tiempo corría.


-¡Bebe quieto!- le decía

un taimado cocodrilo.

Díjole el perro, prudente:

"Dañoso es beber y andar; pero,

¿es sano el aguardar a que me claves el diente?"

¡Oh, qué docto perro viejo!

Yo venero su sentir en esto de no seguir

del enemigo el consejo.


Samaniego



El lobo y el pastor

Un pastor joven, que cuidaba un rebaño de ovejas, asustaba a los habitantes gritando:
-¡El lobo, el lobo!

Pero cuando los vecinos llegaban a ayudarle,

se reía viendo sus preocupaciones.

Hasta que un día, el lobo sí llegó de verdad.

El joven pastor, ahora alarmado él mismo, gritaba lleno de terror:

- ¡Por favor, vengan y ayúdenme; el lobo está matando a las ovejas!

Sin embargo ya nadie puso atención a sus gritos,

y mucho menos pensaban en acudir a auxiliarlo.

Y el lobo, viendo que no había razón para temer mal alguno,
se llevó a todas las ovejas.


Moraleja: Al mentiroso nunca se le cree, aun cuando dice la verdad.

Esopo.




La zorra y la liebre


Dijo un día una liebre a una zorra:

-¿Podrías decirme si realmente es cierto que tienes muchas ganancias,

y por qué te llaman la "ganadora"?

-Si quieres saberlo -contestó la zorra-, te invito a cenar conmigo.

Aceptó la liebre y la siguió; pero al llegar a casa de doña zorra vio que no había más cena que la misma liebre.

Entonces dijo la liebre:


-¡Al fin comprendo para mi desgracia de dónde viene tu nombre:

no es de tus trabajos, sino de tus engaños!


Moraleja: Nunca le pidas lecciones a los tramposos,

pues tú mismo serás el tema de la lección.

Esopo.

martes, 25 de diciembre de 2012

¿Eres realmente lo que crees que eres?

¡Atrévete a volar!





Aprender a vernos en el espejo sin miedos. Aprender a desaprender lo aprendido en una sociedad regida por creencias prefijadas.

Aprender a volar por nosotros mismos, experimentando el vuelo... 
Aprender a creer en uno mismo. Aprender a creer en que los sueños se pueden alcanzar. 

Es difícil, pero no imposible... 

¡Inténtalo al menos!

¡Intentémoslo siempre!


Caminando por un prado, un granjero se encontró un huevo de águila. Sin pensarlo dos veces, lo metió en una bolsa y, una vez en su granja, lo colocó en el nido de una gallina de corral. Así fue como el aguilucho fue incubado y criado junto a una nidada de pollos. Al creer que era uno de ellos, el águila se limitó a hacer durante su vida lo mismo que hacían los demás. Escarbaba en la tierra en busca de gusanos e insectos, piando y cacareando. Incluso sacudía las alas y volaba unos metros por el aire, imitando así el vuelo del resto de las gallinas. 

Los años fueron pasando y el águila se convirtió en un pájaro fuerte y vigoroso. Una mañana divisó muy por encima de él una magnífica ave que planeaba majestuosamente por el cielo. El águila no podía dejar de mirar hacia arriba, asombrada de cómo aquel pájaro surcaba las corrientes de aire moviendo sus poderosas alas doradas. 

- ¿Qué es eso? -le preguntó maravillado a una gallina que estaba a su lado. 
- Es el águila, el rey de todas las aves -respondió cabizbaja su compañera-. Representa lo opuesto de lo que somos. Tú y yo somos simples pollos. Hemos nacido para mantener la cabeza agachada y mirar hacia el suelo. 

El águila asintió con pesadumbre. Y nunca más volvió a mirar hacia el cielo. Tal como le habían dicho, murió creyendo que era una simple gallina de corral. 




*Cuento extraído del libro Aplícate el cuento, de Jaume Soler y María Mercè Conangla (Amat- Barcelona, 2008).